Chapter 11: Delegating

Publicado el 27 de noviembre de 2024, 21:13

Chapter 11: Delegating

Estaba sentada en la biblioteca de la universidad, rodeada de montones de libros y el susurro constante de páginas pasando. En mis auriculares sonaba "Weightless" de Marconi Union, una melodía que parecía sincronizarse con la calma del lugar. No había música mejor para acompañar una reflexión sobre algo tan crucial como el tiempo: cómo usarlo mejor, cómo liberarlo, y, sobre todo, cómo delegar.

Esta semana nos pidieron reflexionar sobre delegar. Empecé buscando información sobre Tim Ferris y su libro La Semana Laboral de 4 horas. Me quedé impresionada por su enfoque: delegar no es solo pasar tareas a otros, sino también crear sistemas y automatizaciones que te permitan liberar tiempo para lo que realmente importa. Su propuesta de eliminar tareas innecesarias y centrarse solo en lo esencial me hizo replantearme muchas cosas. En ese momento, alcé la vista hacia las estanterías infinitas y pensé en todo lo que acumulo en mi día a día que no aporta valor real.

Luego vino el Principio de Pareto, ese que dice que el 80 % de los resultados provienen del 20 % del esfuerzo. Para mí, esto fue como un golpe en el estómago. Recordé una tarde, en mi pequeño estudio, iluminado por la luz dorada del atardecer que se colaba por las persianas, trabajando en diseños para Mr. Cupcake Design. Había dedicado horas a ajustar los colores y el tipo de letra para una camiseta que, al final, no tuvo ninguna repercusión significativa. Mientras tanto, había ignorado responder correos importantes de posibles colaboradores. Pareto tiene razón: no todo esfuerzo vale la pena.

La sesión también nos mostró las estrategias para delegar bien. Aquí entra mi experiencia reciente en el máster. Recuerdo aquella noche lluviosa en la que organizamos el proyecto transmedia en una sala llena de pizarras blancas, rotuladores gastados y cajas de pizza vacías. Aprendí a dar datos precisos y establecer sistemas claros para el equipo. Cada tarea tenía su dueño, y cada paso estaba revisado. La sensación de ver cómo todo fluía, incluso entre risas y el sonido de la lluvia golpeando el cristal, me dio una nueva perspectiva sobre lo que significa liderar y delegar correctamente.

No todo siempre sale bien, claro. Hace unas semanas delegué el diseño de una camiseta en un compañero. Estábamos en el taller, donde el olor a tinta y tela recién estampada impregnaba el aire. Le di instrucciones demasiado vagas: “haz algo que conecte con nuestro estilo”. No funcionó. El diseño no capturó nuestra esencia, y lo peor fue que tuve que asumir la responsabilidad. Este error me hizo aprender que delegar no significa soltar, sino guiar y supervisar.

Mientras terminaba esta entrada, con “Clair de Lune” de Debussy sonando de fondo, me di cuenta de que delegar es como dirigir una orquesta. Tú no puedes tocar todos los instrumentos, pero sí puedes asegurarte de que suenen en armonía. Y para eso, hay que priorizar lo esencial, ser claro y construir sistemas que permitan al equipo actuar incluso cuando tú no estás.

El arte de delegar no es un lujo; es una habilidad imprescindible, y ahora lo veo más claro que nunca.

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